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 LARACHE Y LA DUQUESA DE GUISA (Parte 2)

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inali

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Date d'inscription : 30/05/2006

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MessageSujet: LARACHE Y LA DUQUESA DE GUISA (Parte 2)   LARACHE Y LA DUQUESA DE GUISA  (Parte 2) EmptyMar 5 Sep - 4:09


El Palacio de Larache se convirtió en una especie de cuartel en el que hubo que organizarse como se pudo para dar cabida a tantas personas. Fue necesario planificar los estudios para los niños y la propia Duquesa presidía una comisión que se constituyó para examinar a sus nietos.

Isabel de Orleáns se sentía feliz rodeada de los suyos, pero poco antes de acabar la guerra se vio en el amargo trance de comunicarles que se había quedado sin dinero para mantenerles: todos hubieron de levantar el vuelo y abandonar Larache, la ciudad que durante aproximadamente cuatro años se convirtió en residencia de doce miembros de la Casa de Orleáns, dos de la familia real griega y dos de la familia Murat (emparentados con los Bonaparte).

Todavía en vida del Duque y a principios de los años veinte habían sido frecuentes en Larache la celebración de fiestas cuya finalidad era la recaudación de fondos para necesitados. Tenían lugar en el Casino Español, que había sido fundado por el que fuera Coronel Fernández Silvestre en un lateral del arenal de lo que luego sería Plaza de España, y a ellas, aportando su colaboración, asistían de manera habitual los Duques de Guisa y sus hijos.

El rápido crecimiento de la población larachense, con la llegada de gentes muy escasas en recursos venidas sobre todo de las costas andaluzas y levantinas y que buscaban mejores condiciones de vida, hizo que el problema de asistencia social en la ciudad aumentase. Es en 1926 y en el barrio de Larrucea cuando la Duquesa de Guisa funda la “Casa del Niño”, para ayuda de niños españoles necesitados. La Duquesa fue presidenta de la Junta constituida para dirigir la Institución, cuya secretaria pasó a ser su amiga Suzanne Spiteri de Clarembaux, y su apoyo económico fue decisivo para que la fundación saliese adelante. La labor de Isabel de Orleáns a favor de los niños necesitados fue de tal magnitud que el Alto Comisario, General Sanjurjo, en nombre del Rey Alfonso XIII, le impuso en el año anteriormente citado la Gran Cruz de Beneficencia.

La actuación solidaria de la Duquesa hacia cualquier obra encaminada a la asistencia de los menos favorecidos parecía no tener fin. Si la “Casa del Niño” estaba destinada a niños españoles, no había discriminación para gentes de cualquier religión, a las cuales era habitual ver haciendo cola en días determinados a las puertas del Palacio para recibir ayuda.

La institución de la Cruz Roja fue fundada en Larache en 1922 y desde el principio destacó la participación de Isabel de Orleáns, que pasó a ostentar el cargo de Presidenta de Honor de la Asamblea Local.

Ahora, el fin de la II Guerra Mundial le permitió poder disponer de los recursos sin los que se había quedado, y a partir de entonces se volcó más si cabe en la solidaridad y ayuda para con los necesitados. Fue en estos años de la posguerra española y mundial cuando bajo su presidencia se organizaban frecuentes actos sociales cuya finalidad era recaudar fondos para los menos favorecidos: rifas y bailes que reunían a numerosas personas que querían participar en el proyecto de la Duquesa.

Lo cierto es que en aquellos años cuarenta, pocos actos de importancia se hacían en Larache si no era con la participación de la Duquesa de Guisa. Su esbelta figura, ojos profundamente azules y unos coloretes que en sus mejillas trataban tal vez de disimular la palidez del rostro, se unieron para siempre a la Historia de la ciudad.

Cuando el 23 de octubre de 1945 fue asesinado en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar de Larache el párroco Don Pedro Martínez –crimen que conmocionó a la ciudad- y cuando días después tuvo lugar el entierro, en la comitiva fúnebre y en su primera presidencia se hallaba la Duquesa de Guisa; era la única mujer, junto a la cual formaban el cortejo entre otras personalidades el General Jefe del IX Cuerpo de Ejército (Don Francisco Delgado Serrano), el General Jefe del territorio (Mohammed Ben Mizián Bel Kassem), y el Bajá de la ciudad (Sidi Mohammed Jalid Raisuni).

Sus hijos y nietos acudían con frecuencia a visitarla, porque era prefería permanecer en la ciudad a la que llegó en aquel lejano 1909 y a la que tantos recuerdos la unían. Sin duda el cariño y la deferencia con que los larachenses la trataban, no fueron ajenos a aquella obstinación con que la Duquesa de Guisa quiso seguir viviendo en Larache.

Su corte era sencilla, pero bien organizada. Inicialmente su chambelán fue monsieur Bazaine (hijo del mariscal del mismo nombre, condenado tras la capitulación del ejército que dirigía frente a los prusianos); después de Balzaine, su chambelán, ya hasta el final, fue monsieur Chambon.

Las señoritas Baglietto y Díaz eran sus damas de compañía, quienes la tenían informada de todo lo que de importancia ocurría en la ciudad y quienes confeccionaban las listas de personas que, cada dos semanas aproximadamente, eran recibidas por la Duquesa. Ellas se encargaban de ponerle al corriente de todos los pormenores de quienes iba a recibir, de tal manera que el invitado, cuando la Duquesa le preguntaba con interés por su hijo o hija, marido o madre, se iba con la convicción de que la señora estaba al corriente de lo que en su familia ocurría...

Eran también Baglietto y Díaz quienes la acompañaban a la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, donde en primera fila y frente al altar del Sagrado Corazón, la Duquesa de Guisa y su familia siempre tuvieron reclinatorio propio.

Ni qué decir tiene que el ser recibido en audiencia por la Duquesa, era para la sociedad larachense muy codiciado. Ella no era tonta, lo sabía; como también sabía con toda delicadeza poner en su lugar a quien se propasaba en confianza o atribuciones mal entendidas. Así, cuando en cierta ocasión un reducido grupo de esposas de militares españoles se atrevieron a decirle que no era conveniente que mantuviese amistad con la francesa madame Brau, porque se murmuraba acerca de su vida privada, la Duquesa esbozó la mejor de sus sonrisas; con sus profundos ojos azules miró a todas unos instantes y con voz dulce contestó: “Pues deben saber en Larache que quien no sea amiga de madame Brau, tampoco lo es de la Duquesa de Guisa”. Y aquellas cotorras malintencionadas enmudecieron.

Las fiestas en el Palacio no eran numerosas. Una o dos al año como mucho, con carácter multitudinario. Y eso sí, de forma privada, cenas a las que acudían sus amistades más allegadas, cada dos o tres semanas y que reunían a unas quince o veinte personas. Cuando la cena había concluido, ella, ya mayor, se retiraba a sus habitaciones y dejaba que los jóvenes presentes organizasen bailes hasta altas horas de la madrugada.

Llevaba una vida tranquila y relajada. Poco a poco fue abandonando la equitación, que practicaba en los jardines del Palacio y en la que llegó a ser una gran amazona. Ahora prefería recibir lecciones de piano del profesor músico Don Aurelio Gómez Paños, pasear por los extensos y apacibles jardines y conversar. En los años finales, y cuando las señoritas Baglietto y Díaz cesaron como damas de compañía, fueron sustituidas por la señora de Ochoa. Le gustaba hablar con la popular periodista Adelina, que rara era la semana en que no daba noticias de la Duquesa en el periódico “El Avisador de Larache”, acompañada de la correspondiente fotografía; y también con su médico de cabecera el Doctor Don Antonio Mayor. Cesadas en su cargo sus dos primeras damas de compañía, que eran quienes la tenían hasta entonces informada de todo –sobre todo Baglietto, que habían llegado con ella a Larache en 1909-, eran el Doctor Mayor quien la mantenía al tanto de lo que sucedía en la ciudad. Absolutamente todos los días iba a ver a la Duquesa, convirtiéndose así no sólo en el sanador de los achaques que con la edad iban apareciendo, sino en un verdadero confidente.

Dentro del interés que entre otras cosas la Duquesa siempre mostró hacia los niños y la educación, bajo su mecenazgo Doña Patrocinio Díaz fundó el “Colegio Santa Isabel”, llamado así en honor de la Duquesa (del que el que escribe estas líneas se siente orgulloso de haber sido alumno), y en el que se impartía enseñanza desde párvulos hasta primero de bachillerato.

La Duquesa de Guisa decidió seguir viviendo en Larache cuando en 1956 Marruecos recobró su independencia; se sabía querida y era ya anciana; y además ¡había llegado allí antes del Protectorado!. Quiso pasar los últimos años de su vida arropada por las visitas de sus familiares y por el cariño de los larachenses sin distinción de religiones. Años antes, había tenido la alegría de ver levantada la ley del exilio que prohibía a su hijo (el Conde de París) y a su nieto Enrique la entrada en Francia. Albergó también la esperanza de una posible restauración de la monarquía, toda vez que las numerosas entrevistas entre el General De Gaulle y el Conde de París así lo hacían presagiar.

Pero en octubre de 1960 ocurrió algo que traspasó su corazón: la muerte en acción de guerra de su nieto Francisco (segundo hijo varón del Conde de París); luchaba en la guerra de Argelia y cayó en combate. Era un “orgullo” que un Orleáns diese la vida por su patria, pero un golpe demasiado duro para una anciana.

La Duquesa de Guisa, la “reina madre de derecho” de Francia, falleció en su Palacio de Larache el 21 de abril de 1961. Fue grande el pesar que la noticia causó en la ciudad.

Su cadáver fue embalsamado por el Doctor Mayor, con ayuda de los practicantes Don Andrés Tenorio y Don Rafael Morales. Trasladado a Francia, fue enterrado en el Panteón de la familia Orleáns en Dreux, donde ya descansaban los restos de su marido. Allí la esperaban los suyos, pero ella había querido morir en Larache.

El Palacio fue cerrado, siendo custodiado por la familia Barrales-Vargas. En él se alojó en una ocasión el rey Hassán II. Pocos años después, y tras hacerse cargo de todo lo que de valor pudiese haber, el Conde de París vendió la propiedad. En su interior se realizaron reformas y el Palacio quedó convertido en el “Hotel Hesperis”; en la actualidad se llama “Hotel Ryad”.

Hoy en día, continúa siendo el bonito caserón pintado en blanco, con persianas y puertas de color azul marino y por el que en algunas fachadas, las buganvillas de color morado, las mismas que vio la Duquesa, siguen trepando y cubriendo los muros.


LARACHE Y LA DUQUESA DE GUISA  (Parte 2) Guisa85sh
Estado actual de una de las fachadas del Palacio de la Duquesa de Guisa en Larache.
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